miércoles, 24 de septiembre de 2008

Confidencias a un amigo

Amigo, tú sabes cuanto la quise
has sido testigo
de todo lo que me hizo
y yo, aún sigo amándola
como se ama al primer amor.
La extraño, pero no me hagas caso,
la gente dice que me he vuelto loco,
“loco de amor”, y es verdad,
soy un loco enamorado
que no pierde la esperanza
de poder estar con ella,
de poder amarla,
de poder quererla.
Amigo, cuantas veces la he soñado,
aún recuerdo cuando la buscaba,
me ponía nervioso,
parecía un niño.
Amigo, si le cuentas
todas las cosas que te he dicho,
dile también, que soy
el que más la he querido,
que no estar con ella es como un suicidio,
que por ella me desangro poco a poco,
que cada día que pasa 
la siento más y más lejana.
Quizás este loco.
Quizás ella ya me olvido.
Pero, amigo mío, la quiero.
Discúlpame mi despecho,
pero créeme, lo daría todo,
por tenerla a mi lado
decirle todo esto,
todo lo que siento 
y decirle que por ella muero.

Reinaldo Durán R.

Hechicera...

Hechizo de noche
magia de Luna
ojos que seducen
mirada que embruja.

Neblina suave
que roza los picos
embellece el paisaje 
y oculta el peligro.

Aparición fantasmal
de ensueños beldad.
Aire cálido que toca…
roba el aliento y va más allá.

Ojos de esmeralda
mirada que hechiza
labios que incitan…
Al corazón dará vida
y ¡te robará el Alma!


Reinaldo Durán R.

Manantial

            Yo no era más que un viajero sediento y solitario. Cruzando senderos, tragándome montañas enteras. Iba en una búsqueda interminable sin ningún propósito. De mis interminables correrías, solo me quedan cientos de historias inconclusas, vidas enteras que he sobrellevado de manera estoica. En pocos años de vida acumule vivencias suficientes para llenar libros con mi tinta, y sin embargo, la nostalgia no me permite escribirlos. Si hoy me atrevo, es simplemente, porque mi ciclo se ha terminado.

Ya no recuerdo cuándo, en una de mis montañas favoritas, la misma que había recorrido mil veces, esta vez fue diferente. Cansado de vagar por los caminos del tiempo, desfalleciendo casi. Con una sed infinita y mis labios agrietados. Cientos de ramas me golpeaban simultáneamente pero seguía adelante. No sabía cómo, pero me había extraviado. Perdí mi rumbo y estaba totalmente desorientado. La silueta de la montaña me indicaba que iba en descenso, hacia una de sus gargantas donde con seguridad había agua. O quizás no, sabia que estaba lo suficientemente cerca de la cima como para no encontrarla. Salí de la enramada esperando hallar algo, y con el último impulso levante la vista maravillado.

De inmediato comprendí que había encontrado mi tesoro. Ese que todos buscamos toda la vida y muy pocos logran alcanzar. Su visión me hizo enternecer. Por un instante enmudecí, nada me había preparado para entender. Frente a mi, una pequeña caída de agua, un pozo de manantial, de agua supremamente pura y cristalina. No era imponente, sin embargo, ahí estaba. Su delicadeza contrastaba con la enorme fuerza que había moldeado las rocas algunos metros más abajo. Aquel era un paisaje que bajo la luz crepuscular se hacia cada instante más hermoso. Me lancé apresuradamente, con esa energía renovada que sentimos los seres humanos cuando nos damos cuenta que tenemos oportunidad de sobrevivir.

Al llegar a la orilla, arrodillado y desesperado ante la sed que me abrasaba la garganta, me detuve. Viéndome reflejado en aquel milagro de la naturaleza, sentí miedo. Ese miedo que todos los humanos sentimos ante la pureza. Esa duda, me contuvo de lanzarme apresuradamente en aquella agua que brillaba como por luz propia y cuya belleza inspiraba. Era tanta su pureza que me sentía indigno de ella. Sabía que al tocarla podría ensuciarla, que mi larga travesía, podría contaminarla, pero no tenía salida. Tenia pocas opciones, dejarme morir al lado de aquella belleza o disfrutarla como quien esta al borde de la muerte.

Me deje llevar por mis instintos humanos y bebí, primero con respeto, luego con desesperación. Disfrute cada trago como si fuera el último. Deje que aquella fuente de vida acariciara mis labios, luego mi cuerpo y termine bañándome en aquellas aguas transparentes. El sonido del agua corriendo me transporto a otro universo. Ya no existía nada más y me adormecí, me deje llevar. Estaba embriagado de placer. Aunque fría sentía que me cobijaba y me arrullaba. Luego reaccione, había perdido la noción del tiempo y ya casi había obscurecido. Decidí dormir ahí mismo, y en su orilla me cobije.

De eso hace varios meses. He guardado para mi ese regalo de la naturaleza y no me ha sido dado compartirlo. Yo no sé si fui el primero en descubrirlo y eso carece de importancia. Solo sé que por mí algunos saben de su existencia. Sin embargo, también sé, que nunca compartiré sus aguas cristalinas. Esa pureza que siempre guarda y que renueva mi alma.

 

Reinaldo Durán R.

Caracas, 23/12/2006

Nocturno

            Noche oscura. Pálida Luna. La soledad se llena de sonidos conocidos, y me pierdo mirando los rastros que ha dejado la lluvia en su eterna caída. Una rana me canta y me observa desde un árbol cercano, con unos ojos desmesuradamente abiertos y que contrastan con su diminuto cuerpo.

            El calor es grande, sin embargo, la orquesta de batracios e insectos, me hace suponer que refrescará más tarde. El suave aroma del Azahar me transporta, me lleva a un mundo de sueños, de miradas esquivas, de ideas, de locuras. Un mundo donde la naturaleza se revela así misma y me deja admirar la alegría de escuchar, de vivir, de soñar, de reflejarse en una mirada y encender el alma con la llamarada de un beso.

            Al caminar por las calles todo llama mi atención. Los niños que juegan, corren y se atropellan. La señora que me mira desde la puerta. El perro echado sobre la acera. La gente que va, la gente que viene. Camino tranquilo, y de repente, algo cambia y ya esa plaza, ese Azahar y esas campanadas no son iguales, toman otro significado. Ahora no veo no escucho, ya nada más existe porque ahí estas tú.

            Y algún día, al volver por las bocacalles de este pueblo, bajo la mirada recelosa de la Luna, y embebido en aromas, a mi mente volaran los mil recuerdos de una cita pactada por el destino y del beso que sello la noche y ahogo al adiós.

 

Reinaldo Durán R.

martes, 23 de septiembre de 2008

Historia de Amor

Una expresión.
Un aliento.
La falta de un beso.

Una mirada.
Una flor.
La falta de un “te quiero”.

Un suspiro.
Un destino.
La falta de estar contigo.

Una pasión.
Un adiós.
La falta de una Historia de Amor.

Reinaldo Durán R.

Aclaratoria

A partir de hoy estaré subiendo periódicamente escritos antiguos, en algunos casos tienen muchos años de haberlos escrito. Esta aclaratoria la hago porque en algunos relatos cortos podrán ver que hay diferencias importantes entre la fecha del post y la que aparece debajo de mi firma. Los poemas que no tienen fecha tienen años, puesto que no era mi costumbre hacerlo. Por lo demás, pueden considerar la fecha del post la misma del escrito, aunque trataré de colocarla debajo de la firma, para ser consecuente con el estilo. 

        Aunque esta aclaratoria me sirve más a mi, para conservar cierto registro jejeje...