lunes, 27 de octubre de 2008

Divagando...

Una vez más la soledad agobia, asfixia y parece cubrirlo todo con su manto invisible. Esa invisibilidad relativa que, al igual que el viento, solo podemos sentirla y percibirla por sus efectos. ¿Cuántas historias deben quedar inconclusas para construir un destino? Los pequeños errores pesan tanto, pero nadie aprende jamás por las experiencias ajenas. La experiencia es no cometer los mismos errores, más bien, cometer algunos nuevos. Seguir cayendo y seguirse levantando. Pero este caer va dejando pequeñas y grandes heridas, que tardan en cerrarse, algunas jamás lo hacen, otras simplemente siguen doliendo en el tiempo, en el alma, aunque por fuera no tengamos indicios de ellas.

¿La vida es una sola? Si es así, entonces podríamos dividirla en pequeñas vidas. Ciclos, que al recordarlos, parecen una película, parecen vividos por alguien más. Simplemente no somos los mismos. A veces, nos llenamos de asombro con las cosas que hemos realizado. Las metas sufren las mismas transformaciones, cuando creemos que las hemos alcanzado, creamos nuevas, o las mismas han cambiado, se han ajustado y ya son otras. Solo cambiamos si de verdad lo deseamos, nadie puede obligarnos, ni apresurarnos.

Recorrer este camino de la mejor manera, con honestidad y dignidad, cerrar esas heridas, adaptarnos a los cambios, perdonar. Es una manera de vivir. Es el dominarnos a nosotros mismos y aceptar las cosas que no podemos cambiar. Solo tenemos control sobre nosotros mismos y sobre nuestros destinos. Si todo lo anterior es cierto ¿amar es aceptar?

 

Reinaldo Durán R.

viernes, 3 de octubre de 2008

Revelación.

Era un día muy peculiar. Aquella mañana al levantarse, Víctor había tenido una extraña sensación.

- Hoy algo va a pasar – se dijo, y abrió inmediatamente la llave del agua caliente. Y mirándose en el espejo, trataba de recordar algo de aquel sueño… mientras se afeitaba.

Aquella misma mañana Lucía se había levantado con una corazonada. Acostumbrada a las intuiciones, sabía que esta era muy especial.

Sentado al volante del vehículo, que avanzaba penosamente, en medio del tráfico matutino de la ciudad, Víctor iba absorto en sus cavilaciones.

- Primero a la oficina, luego, por la tarde, pasar a visitar a Rosaura y comprarle algo por el camino.- Se decía mentalmente una y otra vez, tratando de distraerse del ruido de la bulliciosa ciudad.

Lucía había telefoneado a una antigua amiga y habían quedado en almorzar juntas y pasar la tarde en su casa, ya que estaba de cumpleaños y se sentía un poco mal.

- Hola ¿Cómo estas?

- Hola, pasa estás en tu casa.

- Espero que te guste – dijo Víctor, al mismo tiempo que extendía su mano con el regalo y las flores, que había comprado en el camino.- ¡Feliz Cumpleaños!

- Gracias, yo pensé que no te acordabas.- Contesto Rosaura mientras buscaba con su mirada el florero y el lugar donde habría de colocar las flores.

- Rosaura ¿Quién llego?- decía Lucía al momento en que salía del cuarto.

- Lucía te presento a mi casi hermano. Víctor, ella es Lucía. Lucía él es Víctor.

Desde el primer cruce de miradas Víctor se dio cuenta que las sensación de aquella mañana invadía todo su ser. Lucía aquel nombre resonaba en sus oídos, como si hubieran sido pronunciadas con un tono muy alto. El tiempo parecía haberse detenido unos instantes, solo para contemplar la belleza contenida en el océano profundo de aquellos ojazos negros. Cientos de imágenes cruzaron por su mente, como recuerdos de un inconciente lejano, perdido entre sueños.

El corazón de ella dio un vuelco. La sensación de aquella mañana cobraba un vívido sentido, su intuición una vez más no le había fallado. Al estrechar aquella mano supo inmediatamente que, él era el hombre de sus sueños.

Conversaron hasta entrada la noche. Lucía se despidió de su amiga y de Víctor.

- Ya es tarde, se me había olvidado. Mañana tengo examen de economía.

- Yo te llevo. – Dijo Víctor, como impulsado  por un resorte.

Rosaura, que hasta ese momento había observado como se comían mutuamente con las miradas, tan solo se limito a decir un “adiós tórtolos” al verlos subir juntos al auto de Víctor.

Así fue como se conocieron, en una tarde de abril, Lucía y Víctor. Comenzaron como cualquier otra pareja de enamorados. Hablaban por teléfono a cualquier hora del día, incluso a deshoras. En algunas ocasiones se decían indirectamente, lo que tenían que hacer ese día, con la esperanza de que se encontraran por “casualidad”. Y siempre lo conseguían, era una de aquellas historias de amor que leemos en los cuentos, de esas que al encontrarlos tomados de la mano en cualquier calle, sonreímos, simplemente porque el amor es alegría que contagia, así como el sufrimiento hiere.

El primer beso siempre lo atesoramos, es uno de esos recuerdos imborrables que nunca desaparece ni pierde su significado. Sin embargo, en muchas ocasiones son amores de juventud, historias que nacen y se pierden entre los sueños, ¿Cuántos amores inconclusos caben en un corazón adulto? Pero existe ese beso que va aún más allá, es ese beso que transmuta y purifica, ese en el que el Universo cabe en un minuto y nos hace soñar, que petrifica y desencadena ese deseo que no muere jamás. Un beso que a algunos solo nos queda soñar. Ese beso inmortal que nos da la seguridad de haber encontrado al Amor de tu Vida.

Ya llevaban algunas citas antes de ese momento. Lucía aún no entendía porque él, con su boca, no la había buscado. Víctor simplemente tenía miedo, estaba perfectamente conciente de todo lo que ella le inspiraba. Sabía que al rozar sus labios no habría marcha atrás, y al igual que el sediento en el manantial, no sabe beber sin temor a ensuciar.

Era una noche de Luna llena. La película había sido una de esas historias inspiradoras en donde la nobleza de los personajes vence sobre las circunstancias.

- Mi amor, que pases buena noches. – Se despidió Lucía con una de esas miradas de infinita ternura.

- Que descanses. – Fue la lacónica respuesta.

Luego de unos minutos de duda, Víctor sale para abrirle la puerta. Ella subió hasta la entrada, el la seguía con la mirada, al darse la vuelta para regresar al auto, tuvo una revelación. Ya su destino estaba atado al de ella y se dejo llevar.

- Lucía espera.

Y subiendo por la escalera a toda velocidad, la tomo por la cintura y se perdió en sus ojos negros, viviendo la magia de un segundo eterno.

Ávila, guardiana de Caracas, pulmón vegetal de esta metrópolis congestionada y cosmopolita. Te levantas imponente y noble a la vez, abres tus brazos y recibes, a través de innumerables caminos, a tus hijos.

Un año más tarde la fecha estaba decidida. La boda por la iglesia sería el primero de junio. Pero una vez más actuó el Destino, esa etérea fuerza que cruza, divide o une las vidas.

- ¿Tienes que ir? – Pregunto Lucía.

- Si. Si yo no voy, quizás las negociaciones no se den.- Se excusaba Víctor, mientras sostenía la mano convulsa de alguien que lloraba. – Y eso es algo que me costaría el puesto, además tú sabes que la empresa es de la familia.

Y es que Víctor tenía que viajar por negocios a Francia. Era una sola semana y él  regresaría exactamente el día de la boda para unirse en matrimonio con su amada. La despedida fue larga, como lo son las despedidas de los enamorados, llenas de besos y palabras tiernas. Y antes de subir al avión le juro a su amada volver 

Era el día de su boda y Lucía se había levantado agitada. Una vez más sus intuiciones le habían despertado.

- Eso es el matrimonio que me tiene así. – Se mintió así misma para tranquilizarse.

El día transcurrió con los percances y agites de cualquier boda.

- Ya están todos los invitados y el novio no llega.- eran los comentarios que se escuchaban en aquella iglesia. Lucía desesperaba en el auto en compañía de Rosaura y de su padre. De pronto se hizo un silencio absoluto, el novio había entrado por la puerta derecha y ya estaba frente al altar. Se escuchó la marcha nupcial, y la novia comenzó su caminata por la nave central de la iglesia, tomada del brazo, por su padre.

La fiesta fue a lo grande. Todos bailaron y rieron hasta bien entrada la noche.

- Vámonos que se me acaba el tiempo.

- ¿Tiempo? qué tiempo si tenemos la vida entera. – contesto Lucía.

- ¿Ya se van?, el auto esta en la puerta. Ya esta todo listo, que tengan una feliz Luna de Miel tortolitos.- dijo Rosaura sin levantarse de la mesa.

Aquella noche fue maravillosa. Desde el cielo las estrellas observaban, mudas, aquella cabaña de La Colonia Tovar, sin poder descifrar lo que pasaba, detrás de la luz tenue que se proyectaba a través de las cortinas.

La mañana siguiente, al despuntar el alba. Lucía estaba sola en su habitación. Era la misma sensación del día anterior y como para apartarse de esos pensamientos encendió la televisión. Una rosa roja sobre una hoja de papel, se encontraba a su lado en lugar de su amado. La tomo entre sus manos y comenzó a leer…

“Volveré a buscarte…

Te Amo más allá de la vida…

Nuestro amor trascenderá la muerte…

Y por tu amor, regresaré…

Un ligero escalofrío estremeció todo su ser. Al levantar sus ojos miró en las noticias el rescate de las victimas del desastre, que había ocurrido el día anterior en Paris.

Cual sería su sorpresa al ver que el avión de Víctor se había estrellado durante el despegue y que su nombre aparecía entre las victimas fatales de aquel accidente…

Reinaldo Durán R.

Caracas, 15/02/1997

Valencia, 08/05/2006